sábado, 29 de octubre de 2011

NATURALEZA Y METODO DE LA PEDAGOGIA


Se han confundido con frecuencia las dos palabras educación y pedagogía, que piden, sin embargo, la más escrupulosa distinción.
La educación es la acción ejercida sobre los niños por los padres y los maestros. Esta acción es de todos los instantes, y es general. No hay período, en la vida social; no hay, por decirlo así, ningún momento en el día en que las generaciones jóvenes no estén en contacto con sus mayores, y en que, por consiguiente, no reciban de éstos el influjo educador. Porque este influjo no se hace sentir solamente en los instantes, muy cortos, en que los padres o los maestros comunican conscientemente, y por medio de una enseñanza propiamente dicha, los resultados de su experiencia a aquellos que vienen detrás de ellos.
Con la pedagogía, las cosas pasan muy diversamente. Esta consiste, no en acciones, sino en teorías. Estas teorías son maneras de concebir la educación, no maneras de practicarla. En ocasiones, distínguese de las prácticas al uso, a tal punto que hasta se oponen a ellas. La pedagogía de Rabelais, la de Rousseau o la de Pestalozzi, están en oposición con la educación de su tiempo. Así, la educación no es más que la materia de la pedagogía. Esta consiste en una cierta manera de considerar las cosas de la educación.
Admitido esto, tenemos que buscar cuáles son los caracteres de la reflexión pedagógica y de sus productos. ¿Hemos de ver en ello doctrinas propiamente científicas, y debe decirse de la pedagogía quees una ciencia, la ciencia de la educación? ¿O conviene darle otro nombre, y cuál? La naturaleza del método pedagógico será entendida muy diversamente, según la respuesta que se dé a esta cuestión.
Es util creer que educamos a nuestros hijos como queremos. Estamos obligados a seguir las reglas que rigen en el medio social en que vivimos. La opinión nos las impone; y la opinión es una fuerza moral cuyo poder coercitivo no es menor que el de las fuerzas físicas. Costumbres a las que ella presta su autoridad están, por lo mismo, exentas, en un alto grado, de la acción de los individuos. Podemos oponernos a ello, pero en este caso las fuerzas morales contra las que así nos rebelamos, reaccionan contra nosotros y es difícil que, con motivo de su superioridad, no seamos vencidos. Así podemos rebelamos contra las fuerzas materiales de que dependemos; podemos intentar vivir diversamente de lo que implica la naturaleza de nuestro medio físico;
pero entonces la muerte o la enfermedad son la sanción de nuestra rebeldía.
Del mismo modo estamos sumergidos en una atmósfera de ideas y de sentimientos colectivos que no podemos modificar a nuestro gusto, y sobre ideas y sentimientos de este género es sobre lo que se apoyan las prácticas educativas, Estas son, pues, cosas distintas de nosotros, puesto que nos resisten: realidades que tienen por sí mismas una naturaleza definida, adquirida, que se nos impone; por consiguiente, puede ser oportuno observarla, tratar de conocerla con el solo fin de conocerla.
Por otro lado, todas las prácticas educativas, sean cuales fueren, cualquiera que sea la diferencia existente entre ellas, tienen de común un carácter esencial: resultan todas de la acción ejercida por una generación sobre la generación siguiente, en vista de adaptar ésta al medio social en que está llamada a vivir. Son, pues, en su totalidad, modalidades diversas de esa relación fundamental. Por consiguiente, son hechos de una misma especie, pertenecen a una misma categoría lógica; pueden, pues, servir de objeto a una sola y misma ciencia, que sería la ciencia de la educación.
En efecto, la educación usada en una determinada sociedad y considerada en un momento determinado de su evolución, es un conjunto de prácticas, de maneras de hacer, de costumbres, que constituyen hechos perfectamente definidos y que tienen la misma realidad que los otros hechos sociales. No son, como se ha creído durante mucho tiempo, combinaciones más o menos arbitrarias y artificiales, que no deben su existencia sino al influjo caprichoso, devoluntades siempre contingentes. Constituyen, por el contrario, verdaderas instituciones sociales. No existe ningún hombre que pueda hacer que una sociedad tenga, en un momento dado, un sistema de educación diferente de aquel que su estructura supone, lo mismo que es imposible a un organismo vivo tener otros órganos y otras funciones, hace falta que distingamos, con cuidado, dos clases de especulaciones bastante diferentes. La pedagogía es cosa distinta de la ciencia de la educación. Pero entonces, ¿qué es? Para hacer una elección fundamentada no basta con que sepamos lo que ella no es.
Es por eso que el el maestro hábil sabe hacer lo que se debe hacer, sin poder siempre decir las razones que justifican los procedimientos que emplea; inversamente, el pedagogo puede carecer de toda habilidad práctica; no habríamos confiado una clase ni a Rousseau ni a Montaigne. Incluso de Pestalozzi, que, sin embargo, era hombre del oficio, puede decirse que no debía poseer sino muy incompletamente el arte del educador, como lo prueban sus repetidos fracasos. La misma confusión se encuentra en otras esferas. Rousseau hubiese sido probablemente tan mal ministro como mal educador. Así es también cómo los mejores teóricos de las cosas médicas no son, ni mucho menos, los mejores clínicos.
Pero la pedagogía así entendida está expuesta a una objeción, cuya gravedad no puede disimularse. Indudablemente, se dice, una teoría práctica es siempre posible y legítima cuando puede apoyarse sobre una ciencia constituida e indiscutible, de la cual no es más que la aplicación.
En este caso, en efecto, las nociones teóricas de donde se deducen las consecuencias prácticas tienen un valor científico que se comunica a las conclusiones sacadas. Así, la química aplicada es una teoría práctica que no es más que el desarrollo activo de las teorías de la química pura. Pero una teoría práctica no vale más que lo que valen las ciencias de dónde saca sus nociones fundamentales. Ahora bien, ¿sobre qué ciencias puede apoyarse la pedagogía?
Debería haber primero la ciencia de la educación. Porque, para saber lo que debe ser la educación, haría falta, antes que nada, saber cuál es su naturaleza, cuáles son las diferentes condiciones de que depende, las leyes según las cuales ha evolucionado en la historia. Pero la ciencia de la educación no existe más que en estado de proyecto. Quedan, de una parte, las otras ramas de la sociología, que podrían ayudar a la pedagogía a fijar el objeto de la educación con la orientación general de los métodos; de otra parte, la psicología, cuyas enseñanzas podrían ser muy útiles para la determinación, detalladamente, de los procedimientos pedagógicos.
Sin duda, actuando en estas condiciones se corren riesgos. Pero la acción está siempre expuesta a riesgos; la ciencia, por muy adelantada que esté, no podría suprimirlos. Todo lo que nos pueden pedir es que pongamos cuanto tengamos de ciencia, por imperfecta que sea, y todo cuanto tenemos de conciencia, para prevenir esos riesgos en lo que de nosotros dependa, Y es precisamente en esto en lo que consiste la función de la pedagogía.
Pero la pedagogía no será sólo útil en estos períodos críticos en que hace falta, con toda urgencia, poner un sistema escolar en armonía con las necesidades del tiempo; hoy día, por lo menos, se ha
hecho un auxiliar constantemente indispensable de la educación.
Es que, en efecto, si el arte del educador está formado, antes que por nada, por instintos y por hábitos que se hicieron casi instintivos, es, sin embargo, necesario que la inteligencia no se
desentienda de todo ello. La reflexión no podría reemplazar a este arte; pero este arte no podrá pasar sin la reflexión, por lo menos a partir del momento en que los pueblos alcanzaron un cierto grado de civilización.
Por esto es por lo que decíamos al empezar, cómo si es verdad que la pedagogía no aparece en la historia más que de una manera intermitente, hay que agregar, no obstante, que tiende cada vez
más a transformarse en una función continua de la vida.
Cabe señalar que la pedagogía no es la educación, y que no podría sustituirla. Su función no es sustituir a la práctica, sino guiarla, esclarecerla, ayudarla, si es preciso, a llenar las lagunas que en ella se produzcan, a remediar las insuficiencias que en ella se manifiesten. Al pedagogo no le toca, por tanto, construir íntegramente un sistema de enseñanza, como si antes de él no hubiese existido tal cosa; sino que es preciso, por el contrario, que se aplique, sobre todo, a conocer y a comprender el sistema de su tiempo; sólo con esta condición estará capacitado para servirse de él con discernimiento y juzgar lo que en él puede haber de defectuoso.
Así, la historia de la enseñanza, al menos, de la enseñanza nacional, es la primera de las propedéuticas para una cultura pedagógica. Naturalmente, si es de pedagogía primaría de lo que se trata, es la historia de la enseñanza primaria la que se ha de conocer con preferencia. Mas, por la razón que acabamos de indicar, no se la podría separar completamente del sistema escolar más vasto, del cual no es más que una parte.
Pero este modernismo no puede, según creemos, hacer otra cosa que empobrecer una de las principales fuentes de que debe alimentarse la reflexión pedagógica.
Por lo que el ideal pedagógico de una época representa, antes que nada, todo el estado de la sociedad en la época que se estudia. Mas para que ese estado se convierta en realidad, es necesario que esté conforme con él la conciencia del niño.
Hay una forma especial de la psicología que tiene para el pedagogo una importancia particularísima: es la psicología colectiva.
Tales son las principales disciplinas que pueden despertar y cultivar la reflexión pedagógica. En lugar de empeñarnos en formular, para la pedagogía, un código abstracto de reglas metodológicas-empresa que, en un modo de especulación tan variado y tan complejo, no es suficientemente realizable-, nos ha parecido preferible indicar de qué manera entendemos que debería formarse el pedagogo. Queda así determinada una cierta actitud del espíritu frente a los problemas que le corresponde tratar.

1 comentario:

  1. Joaquín:
    de nuevo , te comento , que los autores de nuestra antología nos dan sus argumentos sobre la educaci+ón y la pedagogía desde su pun to de vista, desde su perspectiva, su tiempo y su conciencia. Pero, ¿ tu qué piensas sobre eso que dicen los autores y lo que te dice la experiencia? saludos. Eric C.

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